miércoles, 9 de enero de 2008

EL APAGON

Nadie, pero nadie eh, podría justificar mejor la enormidad del disco que Britney Spears editó hacia fines del 2007.

Las divas del pop cibernético

Por: Pablo Schanton




Ambas son números fijos en titulares amarillistas: Kylie cosechó novio chileno de paso por Sudamérica y al tiempo, logró superar un cáncer de mama; Britney pasó de escolar virgen a vivir la vida loca, raparse y perder la tenencia de sus hijos. Ambas son herederas del "modelo Madonna": soy un ícono listo para el póster y el clip, luego existo como estrella pop. Una ya casi contabiliza 40 años; la otra anda por los 26. Mientras no reaparezca su mentora, representan hoy dos formas de ser diva pop en esta década: humanas, demasiado humanas, en la vida; post-humanas, casi robóticas, en la obra.

Bien, ninguna se destaca como vocalista justamente. Mientras la australiana emite una sonoridad de muñequita con disco, tan nasal como de neón; a Britney le sale un quejido aniñado y cromado. Cuando no hacen playback o les imponen "autotune" (una entonación digital), desafinan, y cómo, en vivo. Pero eso qué importa: sus nuevos álbumes se destacan por un virtuosismo de productor al momento de tratarles sendas voces: en el estudio de grabación terminan deshumanizándolas. Escuchen Speakerphone (de X, Kylie) y Piece of Me (de Blackout, Britney): ya son sinfonías del vocoder.

Y sí, estamos antes dos álbumes de "productor" con diva como firmante, siguiendo la escuela Gorgio Moroder-Donna Summer. Britney explota el talento de un discípulo del gran Timbaland, Danja, además de compartir con Kylie a Bloodshy & Avant, el genial dúo sueco que le cedió a la Spears aquel hitazo que fue Toxic (03). Es decir, este pop no pertenece a la tradición de los cantautores tipo Lennon-McCartney, sino al de Phil Spector, Gamble & Huff, Chic, Trevor Horn, Timbaland. Por eso, para disfrutar estos discos hay que abandonar varios prejuicios rockeros: a veces en este país se prefiere escuchar mal rock que pop de excelente factura (okey, y facturación), como el que hay en Blackout ("Apagón"). Si a esto se suma el morbo y la culpa con que aquí se consume chismografía, Kylie y Britney están condenadas...

Empecemos a analizar entonces X (es el décimo álbum en estudio de la Minogue, de ahí el número romano), cuyo corte, 2 hearts, es un pastiche de Goldfrapp. Dos notas de teclados campean la canción recordando el Tainted Love (1981) por Soft Cell, hit que también es citado en el flamante Radar de Britney. A diferencia de su ya clásico Fever (01) y de Blackout, aquí el eclecticismo denuncia desorientación estilística. Los mejores temas se los debemos a Bloodshy & Avant: el excitante Speakerphone y el sutil Nu-Di-Ty. Tras la noventosa Sentized (uff, volver a samplear a Serge Gainsboug), se acumulan los guiños a la Madonna de los comienzos en Wow y a la última en No More rain.

Si en Kylie todavía abunda el aroma a retro (su obsesión con la estética fashion de los '80), lo de Spears suena a futurismo. Blackout es el esperanto del pop, un álbum mainstream pero del 2010 más o menos. Compárenlo con el de la exitosa Amy Winehouse (otra amarillista): la inglesita lunga queda varada en el soul de 1966. Los arreglos barrocos de Blackout son esponja de géneros underground (hay elementos de Dub step, Hip hop alla Kanye West, Schaffel alemán, Neo electro, etc.). La inmediatez del gancho pop no debería eximirnos de apreciar los detalles en capas y capas de voces e instrumentos.

Además, el disco de Britney funciona como cínico comentario sobre su personaje público. Es pop autoconsciente, listo para generaciones entrenadas en las ironías de Shrek y el talk show de Eminem. El pedido de "Dame más" (estribillo de Gimme More) habla de un público voyeur que consume su vida privada. Es decir, nosotros: al repetir el estribillo ratificamos esa cadena caníbal que une a fans e ídolos. Britney canta "Mi corazón late como máquina de ritmos" asumiendo robotización. Como Angelina Jolie interpretando a Lara Croft: en su vida es una colección de chismes; en su obra, un fantasma en la máquina. Pero ¡qué disco!

No hay comentarios: